1930

“… cualquier país, lugar o sociedad, sea conscientemente o en completa inocencia, puede ser arrasado por una ceguera colectiva basada en rumores y falsedades”

«1930» es una instalación de pinturas en forma de extenso friso que se sitúa en los años de la Alemania de entreguerras: la República de Weimar.
Este trabajo está formado por dos series de imágenes que se alternan visiones sobre la vida cotidiana inspiradas en escenas tomadas de dos films de esta época: «Berlin, sinfonía de una gran ciudad” y «Gente en domingo” y perspectivas sobre un misterioso dragón volando a través de una ciudad, basadas en el dibujo «El Rumor» de Andreas Paul Weber y finalmente la imagen del centro de una ciudad tomada de una fotografía de Leipzig.
Unos niños en un parque, un caballo exhausto, un café, el interior de una casa o un tren en la noche; momentos aparentemente azarosos pero que esconden más de lo que muestran, ocultan la presencia de algo amenazante que la pintura intenta revelar y el monstruo del rumor impregna a su paso.
En su conjunto, la instalación es un corte transversal de la Alemania de entre guerras compuesto por «instantáneas pintadas» y como en una partitura musical, el sombrío ostinato, como un bajo continuo de esos tiempos. El clima político de una sociedad que hoy nos parece arrasada por una ceguera colectiva acerca de lo que se avecinaba.

Berlin: Sinfonía de una gran ciudad (1927); dirigida por Walther Ruttmann, escrita por Carl Mayer y Karl Freund.

Esta película muda alemana es un ejemplo del género de «sinfonías urbanas», sin un contenido
narrativo como los films comerciales, la secuencia de eventos nos muestra un corte transversal la vida en Berlín a lo largo de un día.
Walther Ruttmann (1887-1941) fue un director alemán que trabajó en cine experimental y cuya película mas recordada fue precisamente “Berlin, Sinfonía de una gran ciudad». Ruttmann nació en Frankfurt; estudió arquitectura y pintura y trabajó como diseñador gráfico. Sus primeros cortos fueron abstractos, «Lichtspiel: Opus I» (1921) y Opus II (1923), donde experimentó con nuevas formas expresivas. Murió en Berlín por heridas provocadas trabajando como fotógrafo de guerra en el frente de batalla.

Gente en domingo (1930); dirigida por Robert Siodmak y Edgar G. Ulmer con guión de Billy Wilder, Robert Siodmak y Curt Siodmak. Esta película muda relata los acontecimientos de un dia de verano en la vida de un grupo de berlineses.

Esta película muda relata los acontecimientos de un dia de verano en la vida de un grupo de berlineses.
Aclamada como el trabajo de un genio, esta película es escencial en el desarrollo tanto del cine alemán como de Hollywood.
Robert Siodmak (1900-1973) fue un director alemán y «Gente en domingo» fue su ópera prima. Con el ascenso del nazismo, Siodmak dejó Alemania y partió a Francia hasta que Hitler nuevamente lo forzó a continuar su exilio. Siodmak llegó a California en 1939 donde dirigió 23 películas, muchas de ellas polulares policiales y melodramas que los críticos de hoy consideran como clásicos del «film noir».
Edgar Georg Ullmer (1904-1972) nació en la República Checa. En su juventud vivió en Viena, donde trabajó como actor y escenógrafo mientras estudiaba arquitectura y filosofía. Se mudó a Los Angeles y comenzó a dirigir films en 1933. La elegancia y exentricidad de sus trabajos comenzó a ser apreciada por la crítica años después de haberse retirado.

«El Rumor» de Andreas Paul Weber.

Este dibujo representa el rumor como un dragón formado por ojos y lenguas. Creado en 1943 como un dibujo, y luego litografía en 1953, para muchos representa la masificación que alimenta el racismo y la discriminación. El espectador se cuestiona si los personajes se suman voluntariamente al dragón o son arrastrados por él.
A. P. Weber (1893-1980) fue un artista alemán conocido por su sátira política. Fue co-editor de «La Resistencia. Diario para una política nacional revolucionaria» para el que produjo ilustraciones incluyendo «Hitler, un desastre alemán» razón por la cual fue encarcelado en 1937. Al menos dos de sus trabajos fueron utilizados en la propaganda de guerra nazi, así como también algunas de sus primeras obras contienen elementos antisemitas, sea de un modo latente como abiertamente. Continuó trabajando hasta su muerte en crítica política y medio ambiente.

Fotografía de Leipzig
Deutsche Dokumentationszentrum für Kunstgeschichte – Bildarchiv Foto Marburg
Leipzig: Plaza central y la casa de gobierno antes del primer bombardeo por parte de los aliados en diciembre de 1943.

El llamado período de la República de Weimar (1919-1933) siempre me generó una particular fascinación. Poco más de una década de democracia, en la Alemania de entre guerras, que comprimió un tiempo social, económico y político de gran densidad histórica, en el contexto de una nación con una tradición fuertemente inspirada en el modelo autoritario-imperialista

y que mayoritariamente, nunca se sintió representada por aquel experimento de igualdad y participación que iba a terminar de la peor manera: engendrando en su seno al más sangriento régimen totalitario de la historia reciente.

Fue un período ciertamente convulsionado. No sólo por las desesperantes condiciones en que Alemania había quedado tras la rendición en la Primera Guerra Mundial, sino también por las humillantes y desproporcionadas condiciones que los vencedores le impusieron, condiciones que estaban destinadas a mantener el país de rodillas. A ello hay que sumarle la enorme repercusión que tuvo en todo Europa el espectacular derrumbe de la poderosa dinastía zarista en Rusia, y su cruel reemplazo por un estado comunista, proceso que fue desplegándose, como un ruidoso telón de fondo, durante los primeros años de rodaje de la República de Weimar, al menos hasta 1922. Este suceso -acaso el acontecimiento político más trascendental en toda la historia del siglo XX- generó tantas simpatías -entre intelectuales, líderes políticos, y especialmente, en la clase obrera alemana- como espanto -en especial en las elites dominantes, aunque fue igualmente importante entre los terratenientes e incluso en la pequeña burguesía- e influyó decisivamente en la escena política hasta su colapso, que se generó a partir del 30 de enero de 1933, cuando esta tensión finalmente se decantó hacia una opción radicalmente anticomunista, encarnada por Hitler y su NSDAP. Como todo período de la historia atravesado por convulsiones y contradicciones, la de Weimar fue una época muy prolífica en lo artístico y cultural.

Fueron años en los que brillaron -para siempre- escritores, realizadores de obras de teatro e incluso de cine, concertistas, pintores, escultores; prosperaron los locales de baile, de diversión, de actividades moralmente prohibidas… la impresión de la época es de una necesidad de fuga, de refugio, de escapar de la realidad opresora; una percepción social de que, pese a la «normalidad» de una democracia formal en desenvolvimiento, había algo muy profundo que estaba mal, había como un autoritarismo dormido, mantenido artificialmente en estado de latencia, un monstruo que -como bien capta la muestra de Rafael Landea- recorría los suburbios como un fantasma; que se hacía ver más en sueños pero que en cualquier momento podía asaltar la vigilia…

Al ver algunas de las imágenes de la muestra, en donde tras un primer plano de rutinaria tranquilidad se esconde el horror (o viceversa), no puedo dejar de ver a cada uno de los transeúntes, los jóvenes, las mujeres, los niños, y transportarlos imaginariamente a la década siguiente: absolutamente ninguno de ellos escapará de un destino trágico en el contexto primero de la dictadura nazi y luego de la marcha de la guerra, en donde a Alemania -como dice Borges en Deutsches Requiem- le será deparada primero la gloria embriagadora y luego la amarga derrota.

Creo que este es el punto que la muestra capta con sutileza, y que constituye un tema universal: las imágenes de lo cotidiano, los rostros joviales, las actitudes de despreocupación… frente a la tragedia que se avecina. Al observador le genera un impulso de querer entrar en diálogo con las figuras, advertirles, zamarrearles, gritarles para que entren en razón… pero el destino ya fue escrito y todos ellos serán consumidos en una hoguera inevitable.Tras este impulso irracional, viene luego la necesaria reflexión introspectiva que nos lleva a preguntarnos si, de un modo u otro, cada uno de nosotros, a su vez, no estaremos siendo objeto de imágenes grabadas, para que en un futuro, nuevos espectadores quieran advertirnos, con la misma desesperación, acerca del peligro que se cierne sobre nuestra existencia…
Es que nada ha cambiado para el Ángel de la Historia (que Walter Benjamin descubre en una pintura de Paul Klee de 1920, el Angelus Novus): «El Ángel ha vuelto su rostro al pasado. Donde a nosotros se nos aparece una cadena de acontecimientos, él ve una única catástrofe que constantemente amontona ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies. Este ángel querría detenerse, despertar a los muertos y reunir lo destrozado. Pero desde el Paraíso sopla un huracán que, como se envuelve en sus alas, no le dejará plegarlas otra vez… Este huracán es lo que llamamos progreso».

Estoy seguro que la muestra de Rafael Landea nos permite colocarnos por un momento allí, donde Benjamin sitúa al Ángel de la historia. Una tarea urgente y necesaria en estos tiempos vertiginosos, y una vez más, convulsionados.

Buenos Aires, Mayo 2016

*Daniel Rafecas es abogado y doctor en Ciencias Penales por la Universidad de Buenos Aires. Desde 2004 se desempeña como juez federal en lo Criminal, ámbito en el que ha llevado a juicio delitos contra la humanidad en el marco del la última dictadura argentina. Ha dictado conferencias sobre temas relacionados con la Shoa en los Estados Unidos, Francia, España, Israel y países de Latinoamérica. Publicó «Historia de la Solución Final. Una indagación de las etapas que llevaron al exterminio de los judíos europeos» (Siglo veintiuno, 2012), «La tortura y otras prácticas ilegales a detenidos. Su reflejo en el Código Penal Argentino» (Editores del Puerto: Buenos Aires, 2010) y «El delito de quiebra de sociedades» (Editorial «Ad Hoc», 2000)

Media

Pinturas (10): sepia, gouache y tinta sobre madera.
Dibujos (9): blanco y negro, carbón y pastel sobre madera.

Medidas

Cada imagen se arma como un mosaico y está compuesta por un mínimo de 2 a un máximo de 10 paneles y cada uno de esos paneles mide 45,7 x 45,7cm y 2,5 cm de espesor.

La instalación total cubre un área de 15.5 metros cuadrados.

Sumado el espacio mínimo necesario entre los paneles se extiende a un total de 16 metros cuadrados necesarios para la exhibición, sin contar los paneles introductorios de presentación.
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Opciones de montaje

Los dibujos y pinturas se instalan alternándose entre ellos en la forma de un extenso friso. De acuerdo al espacio los paneles funcionan como un ‘rompecabezas’ permitiendo diferentes posibilidades de montaje.

1930

1930 – El Cuarto

1930

1930 – El Niño

1930

1930, Leipzig

Rafael Landea

Rafael Landea Artista Visual

Rafael Landea es un artista visual que trabaja en pintura y dibujo, tanto en medios analógicos como digitales. Su obra abarca murales, ilustración e instalaciones. Con una formación en escenografía teatral, su enfoque artístico es profundamente narrativo, tomando inspiración de hechos históricos, obras literarias, teatro, cine, música y arquitectura. Su trabajo ha sido reconocido y subvencionado por instituciones como San Francisco Arts Commission, Artery Project y Center for Cultural Innovation, además de haber sido destacado en Our Radar por Creative Capital New York.

Ha expuesto su obra en diversos espacios, incluyendo:

  • San Francisco, California: Exploratorium, Grace Cathedral Gallery, Gensler Design.
  • Buenos Aires: Museo del Holocausto, Museo Malvinas, Museo de Arte y Memoria y Centro Cultural Haroldo Conti.
  • Participó en exposiciones colectivas en otros países como España, Italia, Suiza, Chile, Brasil, Uruguay y Cuba.

Algunos de sus murales aún pueden verse en San Francisco, Buenos Aires y La Plata. Como realizador, ha realizado mosaicos diseñados por Munú Actis Goretta en Turín y Génova. Como realizador, ha realizado mosaicos diseñados por Munú Actis Goretta en Turín y Génova.

En el ámbito de la ilustración, ha colaborado con medios y editoriales como Anfibia, Malisia, EME, Ediciones B y Universities.

Se graduó en Artes en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, y ha desarrollado su carrera entre Buenos Aires y San Francisco, California, donde residió desde 2001. En 2025 se estableció en Cataluña.

Actualmente, Rafael desarrolla una serie digital inspirada en la vida de dos nativos americanos de regiones opuestas del continente, cuyas historias y destinos presentan sorprendentes similitudes.