La Historia
El 18 de julio de 1573, ese día, la enorme tela, que había sido gestada por encargo -y, es de suponer bajo supervisión- de los dominicos a un artista de prestigio que, además, ya había imaginado otras tantas escenas similares, ocupa el centro de la escena. Ha llegado hasta ahí merced a una cantidad de detalles y personajes que se desmarcan groseramente del manual de estilo consensuado por la época para una de las escenas bíblicas más representadas en la pintura de todos los tiempos: la Última Cena.
La Historia cuenta que ese día el pintor enfrentó al Tribunal, defendiendo ardorosamente su libertad creativa y negándose a modificar la obra y que, finalmente, el asunto quedó saldado con un cambio de nombre: La Última Cena pasaría a ser a partir de ese momento “Una Cena en la Casa del Señor Levi”. Una pena leve teniendo en cuenta que, al fin y al cabo, Veronese logró esquivar la hoguera, pero centrada en un direccionamiento rotundo acerca de qué había que ver en aquella tela, refrendado mediante la introducción del título en el lienzo -escrito en un pedestal a la derecha de la composición-, un gesto bastante inusual para la época.
De esa manera y durante varios siglos, ese 18 de julio de 1573 será también el día del nacimiento de un mito, o un ejemplo más en una larga historia: el del pintor como héroe romántico que desafía a los “malos” y logra salir bien parado, blandiendo ante ese poder aplastante una fuerza etérea, atemporal y despojada de ataduras materiales: el Arte (en mayúsculas). Como quedaron registradas en las actas del juicio las palabras del propio Veronese:
“(…) nosotros los pintores […] nos tomamos las mismas licencias que se toman los poetas y los locos (…)”
Ese aura de desparpajo trasciende, también, a través un cómic de Milo Manara, o la poesía deHans Magnus Enzensberger, quien recrea una suerte de monólogo interior de Veronese antes, durante o luego de esta escena de juicio y consolida el mito introduciendo la rebeldía última del artista: “…de todos modos, nadie sabe cuál es el valor de esta obra.” Sin embargo aquella escena será revisitada por distintos historiadores. Se escribirán libros, tesis y papers que permean y resquebrajan mediante una serie de preguntas la historia oficial consensuada hasta entonces.
¿Qué pasó en verdad aquel 18 de julio de 1573?
¿En verdad se debatía la herejía de situar a un perro o a un señor con un mondadientes compartiendo escena con Nuestro Señor Jesucristo (y 52 personas más)? ¿Qué era lo que se estaba discutiendo en realidad?
Y entonces, si suponemos que esta pulseada entre congregaciones fue la verdadera razón de ser de este interrogatorio, ¿estuvieron alguna vez la obra, el pintor o su tan mentada osadía en el centro de la escena?
Es a partir de estas relecturas que surge el deseo de volver a la obra -en definitiva, lo que perdura- para contemplarla, atravesada por estos y otros interrogantes y como resultante de estos conflictos. En un sentido más amplio, se trataría también de observar la interacción arte/mercado/poder/contexto histórico en nuestros días y la manera en que ese entrelazado en perpetuo movimiento afecta a los realizadores contemporáneos.
El Proyecto
Esta serie de cuadros se titula Sábado 18 de Julio, 1573, día en que obra, pintor, y los poderes de la época se dieron cita en una encrucijada histórica. Y de ese día Landea toma la imagen representada en ese lienzo enorme y lo somete a distintas contingencias e inclemencias, como si viajase en el tiempo y el espacio y lo enfrenta a diversas tribus de gentes que se relacionan con él en contextos más allá o más acá del cristianismo. Otras culturas, otras civilizaciones, otros seres de ignotas sociedades o en simultáneo en otro ‘plano físico’ se enfrentarán a la obra. ¿Qué verán ellos?
Así, “Una cena en la casa del Señor Levi” hará las veces de una ciudad abandonada cuyas construcciones perdieron el sentido primigenio, una ciudad alterada por el tiempo y las contingencias, una ciudad que es visitada por nuevos seres que la observan, recorren y se relacionan con ella de un modo enteramente inédito.
Analía Farjat